miércoles, 31 de octubre de 2007

ROAD TO THE OSCARS (3): La oleada prenavideña llega a los cines



Después de anunciarlo durante tanto tiempo, llega por fin a nuestras pantallas la primera de las oleadas de películas oscarizables que están por llegar este año.

Aprovechando las fiestas, las salas españolas se han decidido a programar algunas de las primeras candidatas firmes a premio o que, sencillamente, darán que hablar por las estrellonas de su reparto o por lo dispar de sus propuestas. Una vez que las veamos se irán comentando más en profundidad, pero vamos a hacer un breve repaso en este el día de su estreno.

La primera será una de las películas que más ha dado que hablar desde su estreno en EE.UU. y no sólo por lo obscenamente largo de su título, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. La adaptación a la pantalla de los últimos días del forajido Jesse James levantó ampollas ya desde su ‘premiere’ en Venecia en la que gustaron más bien poco su dudosa moral y el barroquismo exacerbado de su director, el neozelandés Andrew Dominik. Para empezar la película dura casi 3 horas, lo que dio pie a los críticos de Venecia a hacer chistes dándole las gracias a Robert Ford por haber matado joven a James. Sin embargo y como pasa siempre, desde que llegase a los cines americanos ha aparecido un grupo importante de críticos que, aprovechando la carrera hacia los Oscars, se han lanzado a reivindicar su vena iconoclasta y a su protagonista, Brad Pitt –aunque ganó la Copa Volpi en Venecia, es un secreto a voces que él mismo intentó impedir el lanzamiento por el tufillo a batacazo monumental que traía-. Aunque es una historia que ha fomentado tantas alabanzas como odios viscerales, sí que se coincide en destacar al que será uno de los rostros de la temporada, el menor de los Affleck, Casey, que interpreta al cobarde Robert Ford. Además, siendo una propuesta tan exagerada en medios, se cuenta con que Roger Deakins, el habitual director de fotografía de los Coen y reemplazo de Conrad L. Hall en la filmografía de Sam Mendes, parta como uno de los favoritos en su categoría. Ya en menor medida también Nick Cave, responsable de la banda sonora y que hace un cameo en la película, añade su presencia a la lista de futuribles. Habrá que verla para decidir si se está con los adoradores o nos unimos al linchamiento.



Seguimos con el debut de Ben Affleck en la dirección, Gone, baby, gone. Basada como Mystic River en un relato del turbulento Dennis Lehane, Gone, baby, gone, cuenta la historia de dos detectives encargados de investigar la desaparición de una niña en un suburbio de Boston. Como ya ocurriera en el relato adaptado por Clint Eastwood, la desaparición no es más que una mera excusa argumental para analizar los miedos, anhelos y miserias humanas de una sociedad decadente y llena de aristas. Más allá de la polémica que se despertó por la coincidencia con el ‘caso Madeleine’ –no sólo la niña tiene un gran parecido, sino que se llama Madeline y su personaje se apellida McCready-, Gone, baby, gone ya se ha metido en el ‘top’ de la IMDb de películas de la historia. Los principales responsables de tan meteórica ascensión han sido los Affleck: Ben, el mayor, como responsable de dirigir y, sobre todo, de adaptar la novela, y en una nueva aparición estelar, Casey, el pequeño, por dar vida al detective Patrick Kenzie. Junto a Casey Affleck completan el reparto Ed Harris, Morgan Freeman, ese fetiche en potencia que es Michelle Monaghan y Amy Ryan, actriz salida de la cantera de Broadway y de la televisión por cable, que también empieza a sonar como premiable. Así que, recapitulando, tenemos un posible ‘dark horse’ en las categorías de película y dirección –ya hay muchos nombres gordos como para considerarla candidata en firme-, una candidatura bastante más seria para el pequeño Affleck como actor principal, que se podría sumar a una de reparto por El asesinato de Jesse James..., y una batería de actores de reparto que, si consiguen repercusión suficiente y no se anulan entre ellos 'a la Infiltrados', podrían contar también en las listas. Caso aparte es el del guión adaptado que, aún siendo una nominación más que posible, vuelve este año a ser una de las categorías elitistas, con historias basadas en autores tan reverenciados e inabarcables como Ian McEwan (Expiación), Cormac McCarthy (No country for old men), Upton Sinclair (There will be blood) o Alice Munro (Away from her).



Cambiamos totalmente de tercio con la que, a día de hoy, es una de las candidatas de más peso en su categoría -en un doble salto mortal es la preseleccionada francesa de este año-: Persepolis. Dirigida a cuatro manos por los dibujantes de comic Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi, está basada en la novela gráfica de la que que Satrapi es autora y “protagonista”. Casi más que su argumento –la huida de su país de una joven iraní y el posterior choque con la civilización occidental- lo que cabe destacar es su adaptación casi literal como película de animación en contundente blanco y negro, muy característico de la novela gráfica reciente. La duda que ha surgido y que anda corroyendo a buena parte de los especialistas de los Oscars es si Persepolis podrá participar a la vez en las categorías de mejor largo de animación y mejor película en lengua no inglesa. Las normativas de ambas categorías son sin duda las más inextricables de los Premios de la Academia y ni un doctor en derecho sería capaz de saber cómo aplicarlas en muchos casos, por lo que el criterio queda en manos del comité de selección. Por otro lado, y volviendo a la película, no podemos dejar de comentar ese gran guiño al cine francés que supone que las encargadas de poner voz a las mujeres de la familia sean también familia: Chiara Mastroianni interpreta a la joven Marjane mientras que a su madre la dobla su propia ídem, Catherine Deneuve y a su abuela la veterana Danielle Darrieux, madre en la ficción de la Deneuve hasta en 5 ocasiones.



Siguiendo con el cine al margen tenemos una de las sorpresas más agradables de la temporada y que más pasiones ha levantado entre los pocos que la han visto, el atípico musical Once. Ganadora del premio del público este año en Sundance, es la visión que del género podría tener, por ejemplo, Michael Winterbottom: un chico y una chica de nombre indeterminado, devotos por la música y que se ganan la vida como pueden se conocen y deciden colaborar juntos mientras, claro está, la historia empieza a ir más allá de lo musical. La idea surgió del director, John Carney que, interesado por el musical clásico, pensó que la mejor manera de traérselo al siglo XXI sin caer en los tópicos -gente cantando por doquier y con excusas banales- sería contar la historia de unos músicos semi-vagabundos cuyas letras, lógicamente, estuviesen basadas en sus propios pensamientos. Así le pidió a su amigo y líder de su ex-banda The Frames, Glen Hansard, que le encontrase una actriz joven que fuera bien para la historia. Ante la negativa de Cillian Murphy de trabajar con la debutante Markéta Irglová, Carney acabó recurriendo de nuevo a Hansard al que le propuso ser su protagonista. Y así llega hasta nosotros una historia pequeña y que es una de las favoritas de los apostadores arriesgados, los ‘no guts, no glory’ que cada año surgen y que si tienen su reflejo en la Academia se convierten en esas sorpresas que animan el anuncio de las nominaciones. Siendo realistas sólo se plantearía como candidata en las categorías de dirección, en la no tan competitiva de guión original –aunque este año todo quedará a la sombra del monstruo de Diablo Cody y su guión para Juno- y, por supuesto, en las musicales, muy probablemente con varias canciones nominadas.



Y ya acabamos con un estreno que se supone ‘mainstream’ y alejado de cualquier reverencia crítica, pero que en EE.UU. se ha convertido en la película de acción de la temporada y hasta el ‘pope’ Roger Ebert, uno de sus más fervientes admiradores, ha dicho que, en comparación con esto, Sin City es un drama intimista. Es Shoot’em Up de Michael Davis, creador de la mítica serie aún por estrenarse en España Deadwood. El tipo con más mala leche del mundo rescata a un bebé, lo que provocará que una misteriosa trama conspirativa les persiga para matarles. En medio de todo esto aparece DQ, una puta a la que nuestro protagonista recurre para que cuide del bebé. El tipo es Clive Owen, ella es Monica Bellucci y el jefe de los siniestros perseguidores es Paul Giamatti. Un reparto bastante atractivo para una historia que se ha definido como “todas las cosas imaginativas e ingeniosas que se puede hacer con una lucha a mano armada” y que ha recibido calificativos de la más diversa índole, a saber, “juerga de acción”, “montón de basura absurda”, “sueño húmedo para los adictos a la acción” y así una larga lista de epítomes a favor y en contra. Al que le apetezca algo de acción, ya sabe.



Así que aquí dejamos la lista de “things to do” que según avance noviembre se irá extendiendo hasta el infinito –agarrémonos, que la semana que viene llega la segunda parte de Elizabeth- y que para enero volverá a explotar. Que ustedes lo pasen bien.

domingo, 21 de octubre de 2007

En cartelera: El orfanato



La curiosidad, llamémosla periodística por adjetivarla de algo, me llevó este viernes a acercarme a ver El orfanato, de J.A. Bayona, no obstante será la película que nos represente este año camino de los Oscars. Pero tengo que decir que, siendo especialmente exigente con el tema terrorífico como soy, desde luego no acabó siendo precisamente santo de mi devoción.


No es en absoluto una mala película y me jugaría la nalga izquierda a que es la mejor de las tres que fueron preseleccionadas por la Academia pero, horror, Bayona en su salto al largo ha resultado ser el Amenábar de Amenábar. Como el director de Los otros en casi todas sus películas -salvamos la semi-amateur Tesis-, Bayona demuestra en su dirección una tendencia por el exceso narrativo y por el subrayado de su habilidad como artesano que hace que uno le acabe prestando más atención al montaje y a los movimientos de cámara que a la historia que pretende contar. Parece darse a entender que el espectador tiene la obligación de asumir el terror como un género que vive de lo multimedia en el más literal de los sentidos -lo que se ve y lo que se oye- y corre el riesgo de que la historia se convierta en excusa para provocar sentimientos o, si se quiere simplificar al máximo, manipular al espectador. Como cuando uno comparaba los usos y costumbres de Los otros con los de la mítica Suspense, de Jack Clayton, protagonizada por la recientemente fallecida Deborah Kerr, así le ocurre a El internado, sólo que su referencia estilística resulta ser el propio Amenábar y no sólo con Los otros sino, en ciertos aspectos, incluso con lo peor de Mar adentro.


Por otro lado, Bayona parece vivir un complejo de alumno aventajado y se pasa la película haciéndole guiños a su mentor, Guillermo del Toro, casi como preguntándole "¿te gusta cómo lo hago?". No sólo el argumento tiene un exagerado parecido con El espinazo del diablo -en la de Del Toro un chavalín que llegaba a un orfanato al acabar la Guerra Civil entablaba contacto con antiguos moradores mientras que, en este caso, es el hijo de una antigua residente que pretende reformarlo el que empieza a conocer "amigos imaginarios"- sino que la película está llena de 'gags' dedicados al "gordo" mexicano y superpuestos como retales, que llegan a lo ridículo en un momento de gratuito -y excesivamente oportuno- 'gore'. Si uno no supiese de dónde viene la película, podría pensar que es una historia que el propio Del Toro hubiera rodado para salir de un apuro. En este batiburrillo de "artes" cinematográficas que, por desgracia, es lo mejor de la película, llega incluso a permitirse el lujo de plagiar/homenajear Poltergeist con la innecesaria presencia de Geraldine Chaplin o de montar un final-compendio a base de 'flashbacks' como si de M. Night Shyamalan se tratara. Todo por si acaso el espectador es demasiado imbécil para que su vello se ponga de punta por sus propios medios. Eso sí, para los tensos que crean que tanta referencia pueda estropear el final de la película aclaro: no, por suerte ninguno de los protagonistas está muerto sin saberlo.


Dejando a un lado todo este tinglado que resume a la perfección esta reseña de FilmAffinity y el lamentable epílogo que prosigue al final 'real', lo dicho, técnicamente es más que notable aún con algún subrayado innecesario de la banda sonora, tiene su buena ración de miedo y suspense y el reparto está todo lo correcto que se le puede pedir. Caso aparte es Belén Rueda que no deja de dar la impresión de que, haga lo que haga -incluso en su vida real- resulta tan natural como Letizia Ortiz leyendo un discurso institucional. Se podría decir de una manera poética que sigue conservando la credibilidad de la teleserie española, es decir, escasa. Pero más allá de filias y fobias personales es cierto que es un ejercicio interesante de poner al terror español en el 'mainstream' (err, espera, ¿eso no lo hacía ya Balagueró?) y que, a lo mejor, siguiendo la teoría de cadena de favores que ha pactado con Del Toro, esta pieza de "Bricomanía" cinematográfica acabe resultando en 3 ó 4 temporadas en el descubrimiento de un director español que haga una película realmente libre de ataduras, a la que no se pueda ridiculizar citando sus referentes y que cree un estilo personal como locos orientales del tipo de Miike o Park Chan-wook han demostrado que es posible. Es lo que tiene soñar, que es gratis.

viernes, 19 de octubre de 2007

Muere Deborah Kerr a los 86 años



Qué racha. Sólo hay que hablar de alguien que está vivo para que se muera. El otro día mismo cumplía Deborah Kerr 86 años y comentaba con una amiga lo joven que desapareció del panorama cinematográfico y ahora nos abandona para siempre una de las grandes damas del cine clásico, sin duda una de las actrices más elegantes que dio Hollywood.


Deborah Kerr nació Deborah Jane Trimmer el 30 de septiembre de 1921 en un pueblecito escocés llamado Helensburgh, hija de un veterano de la I Guerra Mundial. De natural tímida encontró en la danza y en el teatro una forma de expresar sus sentimientos y, gracias a su tía, una estrella de la radio, consiguió varios papeles interesantes en la compañía de teatro de Oxford, en el Teatro al Aire Libre del Regents Park y, finalmente, en el West End londinense. Pronto llegaría al cine con la adaptación de la obra de George Bernard Shaw, Major Barbara en la que coincidiría con otros grandes de la escena británica como Rex Harrison, Wendy Hiller o Robert Morley. Aunque a la hora de recordar su trayectoria cinematográfica siempre se recurra a los mismos nombres, su filmografía incluye bastantes más títulos meritorios de los que se podrían esperar para una carrera tan aparentemente corta. Para empezar, poco después de su debut caería en las redes de los estetas iconoclastas Michael Powell y Emeric Pressburger para los que protagonizaría Coronel Blimp y la oscarizada Narciso negro.


En estos años finales de los 40 seguiría haciéndose un hueco en el mundo del cine y compartiendo cartel con estrellonas como Robert Donat en Perfect strangers, Trevor Howard en I see a dark stranger o Clark Gable, Ava Gardner y Adolphe Menjou en Mercaderes de ilusiones. Pero su primer contacto con el Oscar no llegaría hasta que interpretase a la torturada protagonista de Edward, mi hijo, un título menor de George Cukor basado en una obra de teatro del propio Robert Morley.


En la década de los 50 protagonizaría los que son probablemente sus mejores trabajos. La primera película importante que protagonizó en esta época fue Las minas del rey Salomón junto con Stewart Granger, que recuperaba el mito del doctor Quatermain y la búsqueda de las famosas minas. Al año siguiente sería Ligia en uno de sus personajes más recordados junto a Robert Taylor en Quo Vadis? que le quitó por la mano a Liz Taylor. En el 52 volvería a compartir cartel con Stewart Granger en El prisionero de Zenda y un año más tarde volvería al 'peplum' con Julio César, la adaptación de Mankiewicz del texto shakespeariano. Ese mismo año protagonizaría la película que la convertiría en un mito de Hollywood por la famosa -y escandalosa en aquella época- escena del beso, la obra magna de Fred Zinnemann De aquí a la eternidad. Ganadora de 8 Oscars estuvo nominada a 13, incluyendo a la propia Deborah Kerr que fue derrotada por Audrey Hepburn.





En el 55 protagonizaría junto a Van Johnson y John Mills la primera adaptación de la gran novela de Graham Greene El fin del romance que años más tarde protagonizarían Julianne Moore y Ralph Fiennes. Un año después protagonizaría otro de sus títulos míticos, la adaptación cinematográfica del musical de Rodgers & Hammerstein El rey y yo. Multinominada de nuevo a los Oscars fue esta vez Ingrid Bergman la que dejó a la Kerr sin Oscar. Al año siguiente volvería a visitar los Oscars tras protagonizar junto a Robert Mitchum Sólo Dios lo sabe, la historia de una monja y un marino que naufragan en una isla desierta dirigida por John Huston. Ese mismo año se convertiría en adalid de la celebración de San Valentín al protagonizar junto a Cary Grant Tú y yo. El barco, la abuela italiana y, por supuesto, el mirador del Empire State el 14 de febrero pasarían a formar parte de la iconografía popular.



En el 58 protagonizaría junto a David Niven la adaptación de la novela de Françoise Sagan Bonjour tristesse, dirigida por Otto Preminger y que pondría en el mapa a una joven rubia de aspecto peculiar llamada Jean Seberg. Pero ese año fue, sin duda, el del que probablemente sea el mejor trabajo de interpretación de Deborah Kerr en la incuestionable Mesas separadas. Adaptación de la obra de Terence Rattigan, supuso sendos Oscars para Wendy Hiller y el propio David Niven, pero no para Deborah que tuvo que enfrentarse a la enorme interpretación de Susan Hayward en ¡Quiero vivir!.


En la década de los 60 cambiaría su registro y daría vida a personajes femeninos inquietantes y de oscuro pasado. Tras reencontrarse con Mitchum, Ustinov y Zinnemann en Tres vidas errantes -a la sazón su última nominación al Oscar que perdió frente a Liz Taylor- protagonizaría en el 61 esa obra de culto que es Suspense, de Jack Clayton, adaptación de la novela de Henry James Otra vuelta de tuerca que deja en pañales cualquier intento posterior, incluyendo la infausta Los otros de nuestro Amenábar. En el 64 volvería a reunirse con John Mills en la pantalla para protagonizar la adaptación de Una mujer sin pasado, dirigida por Ronald Neame, y ese mismo año protagonizaría el que fue su último gran papel en otra adaptación, en este caso de la obra de Tennessee Wiliams La noche de la iguana, junto a Richard Burton y Ava Gardner y bajo la dirección de nuevo de John Huston.


Tras protagonizar la parodia de James Bond Casino Royale, Deborah Kerr desapareció por completo del panorama cinematográfico, supuestamente por el aumento de la presencia de sexo y violencia en el cine y sólo retornó al espectáculo brevemente en los 80 para protagonizar algunas obras teatrales de la BBC y la que sería su última película, El jardín de Assam. En el 94, la Academia acabaría compensando su "olvido" concediéndole el Oscar honorífico.


Así que aquí despedimos a una de las grandes actrices del cine clásico que desapareció cuando Hollywood dejó de ser lo que era, ostentando el poco meritorio honor de ser la actriz más nominada a los Oscars sin premio que en breve le disputará Kate Winslet, una de las pocas actrices recientes que hacen que no echemos tanto de menos a estas grandes mujeres de la escena.

domingo, 14 de octubre de 2007

Festival Internacional de Cinema de Catalunya (Sitges) 2007



Los que me conozcan sabrán que el terror nunca ha sido mi género pero, como ya hiciera el año pasado, vuelvo a revisitar lo que ha sido el Festival de Sitges de este año. Primero, porque en Sitges lleva un tiempo primando más la parte de "fantástico" que la de "terror" -de hecho la sección oficial se sigue llamando Fantàstic-, lo que consigue que el panorama se complejice más allá de los tópicos de un género que durante los 90 alcanzó las más altas cotas de la estupidez. Y segundo, porque de un tiempo a esta parte tanto el cine de terror como el cine fantástico, sobre todo por la influencia asiática y por la vuelta a la vida de cinematografías comatosas como la alemana, han dejado de ser estilos meramente genéricos para pasar a convertirse, al igual que siempre han sido sus hermanos "mayores" -y que ellos fueron en momentos más o menos álgidos-, en aproximaciones tan válidas como otra cualquiera para contar una historia. Además, al igual que en Gijón, las retrospectivas se están convirtiendo en un pilar indisoluble del festival y este año han tenido como gran protagonista esa joya eterna de la ciencia-ficción y mito por su apocalíptica post-producción que es Blade runner.


Sin ser una edición tan rotunda como el año anterior, han pasado buenos trabajos por Sitges y, por ello, el palmarés tiene la pinta que suelen tener los de Gijón, un 'pupurrí' de todo un poco lo presentado. La ganadora del gran premio ha sido The fall, del hindo-americano Tarsem Singh, conocido por ser el perpetrador de la infame La celda. Basada en una película búlgara de los 80 (no suena muy atractivo, no), cuenta la historia de una niña que, tras romperse la clavícula, conoce en un hospital a un especialista de secuencias de acción. El hombre decide relatarle un cuento de princesas y bandidos -"la historia más maravillosa del mundo", reflejo de su personalidad y que acabará mezclándose con la realidad en un estallido de estética barroca.


Pero si ha habido una triunfadora en Sitges este año esa ha sido REC, de nuestro experto en el género, Jaume Balagueró, y Paco Plaza. La idea de rodar REC surgió de una premisa con un toque de humor negrísimo: ¿qué pasaría si una reportera petarda de un programa a lo 'Madrid Directo' entrara en un edificio y se encontrara con algo que no la dejase salir? No sólo ha arrasado llevándose el premio de dirección, el de la crítica, el del público y el de mejor actriz para la encantadora Manuela Velasco (sí, qué pasa, la conocí en mi etapa radiofónica :-P ) sino que tanto ha gustado la idea que hasta la Federación Europea de Festivales de Cine Fantástico le ha concedido una mención especial, algo que no había visto yo nunca, por cumplir el oculto deseo de ver morir a un personaje tan odioso. Sin duda, otro de los nuevos puntos fuertes del género importado de Asia, el terror presente en lo más cotidiano.


En esa línea aunque sin las formas del 'reality' se mueve también Joshua, la historia de una familia cuya integridad comienza a peligrar con el nacimiento de un nuevo hijo que despierta los recelos de su superdotado hermano mayor. ¿Drama familiar con niño inquietante o película de terror con tintes dramáticos? Eso habrá que comprobarlo cuando llegue a las pantallas. Para sumar alicientes, los padres de la familia son esa promesa de futuro que es Vera Farmiga, surgida de la 'mini' Iron jawed angels y protagonista de Infiltrados y Down to the bone, y el también bastante inquietante Sam Rockwell, que ya se llevara el Oso de Plata en Berlín por Confessions of a Dangerous Mind y que en Sitges ha vuelto a ser galardonado.


Compitiendo con REC en número de premios está la francesa À l'intérieur, esta sí un 'slasher' clásico -vamos, una peli de psicópata asesino-, que cuenta con el factor perturbador de que la protagonista es una embarazada. Más allá del duelo interpretativo de las dos mujeres que dominan la pantalla -es una historia fundamentalmente femenina a lo The descent- no creo que haga falta dar muchos detalles al respecto de la película o explicar el por qué del premio a mejor maquillaje viendo la imagen. Si es que los franceses dan un miedo...


Aparte de todo esto, claro está, tenemos el cine asiático que va a su rollo. El premio de mejor guión se lo ha llevado, como no podía ser menos, el surrealismo de I'm a cyborg, but that's OK, surgido de la perversa mente de ese coreano psicotrópico que es Park Chan-wook y que ha dado trabajos tan destacables como Oldboy. Ya conté el argumento cuando pasó por Berlín pero, para el que no lo conozca, ahí va: una mujer se cree un cyborg de combate y cuando se convierte en un peligro para su salud -se piensa biónica- y para la ajena es ingresada en un psiquiátrico donde suma su psicosis a la de los otros internos y se enamora, ni más ni menos, que de un tipo que se cree capaz de robar las almas de la gente. Ahí es nada. Por las imágenes tiene una pinta increíble, aunque eso no es de extrañar en el cine oriental.


Y luego tenemos a otros dos habituales de estos lares. Primero, el gran Takashi Miike, un 'bluf' para muchos pero que tuvo a bien dar al mundo esa cumbre del terror cotidiano que es Audition. En esta ocasión viene con Sukiyaki Western Django, versión a la japonesa y con toques fantásticos del clásico 'spaghetti' de Sergio Corbucci, muy presente en el festival con Ruggero Deodato, miembro del jurado y mítico director de Holocausto caníbal, que participara como ayudante de dirección en aquella -también pasó por Sitges Enzo G. Castellari, reivindicado habitual de Tarantino, que confirma la "Italian connection" del sector-. Y el segundo es un mito para los fans del 'manga' y el 'anime', Katsuhiro Ôtomo, que vuelve 15 años después de colaborar con Satoshi Kon en World apartment horror a rodar en imagen real con Mushishi, la historia basada en un 'manga' protagonizado por un tipo que es capaz de exorcizar a los 'mushis', espíritus que influyen en el comportamiento de cuanto existe y que se extienden como una plaga. Entre ambas han copado todos los premios técnico-artísticos.



Y aquí acabamos un año más el resumen de un festival tan exótico dentro del convencionalismo cinematográfico como agradecido en sus últimas ediciones que, con la excusa de la libertad del género fantástico, plantea algunas de las propuestas más interesantes y arriesgadas del panorama festivalero. Ya podía aprender su vecino donostiarra que, se supone, ostenta una "A" en su categoría.


FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINEMA DE CATALUNYA (SITGES) 2007

SECCIÓN OFICIAL

MEJOR PELÍCULA para THE FALL, de Tarsem Singh

MEJOR DIRECTOR para Jaume Balagueró y Paco Plaza, por REC

MEJOR ACTOR para Sam Rockwell, por JOSHUA (El hijo del mal), dirigida por George Ratliff

MEJOR ACTRIZ para Manuela Velasco por REC, dirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza

MEJOR GUIÓN para Park Chan-wook y Jeong Seo-Gyeong, por I'M A CYBORG, BUT THAT'S OK, dirigida por Park Chan-wook

MEJOR FOTOGRAFÍA para Toyomichi Kurita, por SUKIYAKI WESTERN DJANGO, dirigida por Takashi Miike

MEJOR BANDA SONORA ORIGINAL para Kuniaki Haishima, por MUSHISHI, dirigida por Katsuhiro Ôtomo

MEJORES EFECTOS ESPECIALES para MUSHISHI, dirigida por Katsuhiro Ôtomo

MEJORES EFECTOS DE MAQUILLAJE para À L'INTÉRIEUR (Inside), dirigida por Julien Maury y Alexandre Bustillo

MEJOR DISEÑO DE PRODUCCIÓN para Takashi Sasaki, por SUKIYAKI WESTERN DJANGO, dirigida por Takashi Miike

MEJOR CORTOMETRAJE para SALIVA, de Esmir Filho


JURADO CARNET JOVEN

MEJOR PELÍCULA EN LA SECCIÓN FANTÀSTIC para À L'INTÉRIEUR (Inside), de por Julien Maury y Alexandre Bustillo

MEJOR PELÍCULA EN LA SECCIÓN MIDNIGHT X-TREME para JACK BROOKS: MONSTER SLAYER, de Jon Knautz


FEDERACIÓN EUROPEA DE FESTIVALES DE CINE FANTÁSTICO (EFFFF)

MÉLIÈS DE PLATA A LA MEJOR PELÍCULA EUROPEA para À L'INTÉRIEUR (Inside), de por Julien Maury y Alexandre Bustillo

MENCIÓN ESPECIAL para REC, de por Jaume Balagueró y Paco Plaza por cumplir con mano maestra nuestra fantasía de ver morir en directo a un irritante presentadora de televisión

MÉLIÈS DE PLATA AL MEJOR CORTOMETRAJE EUROPEO para DIE GROSSE WERKSTATT (The Big Garage), de Uwe Nagel


OTROS PREMIOS

GRAN PREMIO DEL PÚBLICO A LA MEJOR PELÍCULA para REC, de por Jaume Balagueró y Paco Plaza

PREMIO DE LA CRÍTICA JOSÉ LUIS GUARNER para REC, de por Jaume Balagueró y Paco Plaza

MENCIÓN ESPECIAL para JOSHUA (El hijo del mal), de George Ratliff, por la sutilidad con la que hace presente el miedo en la cotidianidad

PREMIO CIUDADANO KANE AL DIRECTOR REVELACIÓN para Julien Maury y Alexandre Bustillo por À L'INTÉRIEUR (Inside)

domingo, 7 de octubre de 2007

En cartelera: Eastern promises



Después de dar tanto la murga con Cronenberg, por fin fui a ver Eastern promises y tengo que decir que me gustó bastante pero con muchas objeciones.


Es difícil hablar de la película porque, como es habitual en el cine de Cronenberg, la relación causa-efecto es permanente en su narrativa. Ni lo posterior se entiende sin lo anterior, ni lo anterior sin lo posterior. Con lo cual volvemos a que el canadiense es carne de retrospectiva y para hablar de su trabajos es casi mejor hacerlo 'a posteriori' con el conocimiento del interlocutor en plan "¡Qué grande es el Cine!" e, incluso, con un análisis comparado con el resto de su filmografía. Pero, al igual que en su anterior Una historia de violencia y en casi todas sus películas, la premisa de partida es bien sencilla. Una enfermera (Naomi Watts) atiende a una adolescente embarazada que muere durante el parto, quedándose al cuidado de la niña recién nacida y de un diario escrito en ruso que intenta que le sea traducido para encontrar a la posible familia del bebé. Siendo de origen ruso, además de a su familia, enseguida recurre a un miembro destacable de la comunidad (Armin Mueller-Stahl), dueño de un restaurante cuya tarjeta encuentra en el diario, para que le ayude con la traducción, chocando en el camino con los responsables de manejar sus no tan limpios asuntos, su hijo (Vincent Cassel) y su “chófer” (Viggo Mortensen).


La historia es un nuevo análisis de esa geografía del ser humano que compendia su obra. Al igual que en sus anteriores trabajos, Una historia de violencia y Spider, el entorno físico de los personajes aparece retratado al detalle en un Londres sórdido de callejones y alcantarillas, pero lo que realmente le interesa a Cronenberg es utilizar ese paisaje como reflejo de la turbidez moral y de los submundos que coexisten tanto en una gran ciudad como en una misma persona. La sociedad, que parece jerarquizada en un mundo de "buenos" y "malos", de personas "normales" como dice el personaje de Mortensen y de "los otros", en el fondo es una ficción como quedará bien de manifiesto en el final de la película. Lo curioso es que, más allá de eso y dentro de todo el esteticismo del mundo Cronenberg, la película es un cuento clásico al estilo de Dickens en el que sus personajes, como si del Génesis se tratara, intentan separar la luz de la sombra -ya cada uno decidirá de qué lado se queda, si es que puede elegir- y cumplir con la justicia poética merecida. En ese sentido, el guión está lleno de quiebros y sorpresas que no conviene desvelar para no acabar con el factor sorpresa.


Los personajes, por tanto, se convierten en pieza clave para sustentar la narración en la medida en que, en una metáfora muy Cronenberg, la película está dentro de ellos. Un director bastante acostumbrado a repartos de perfiles comunes pero de composición muy dispar, parece haber encontrado su musa en Viggo Mortensen y es, de hecho, de lo mejor de la película. Lejos queda aquel Aragorn de El Señor de los Anillos al que le van eclipsando estos personajes ambiguos, de oscuro pasado y sombría conciencia, aquel Tom Stall de Una historia de violencia huyendo de una realidad que le persigue y este Nikolai asumiendo el papel de peón en un intrincado juego de jerarquías y fidelidades que se irá descubriendo cada vez más complejo de lo que parecía. Y si el personaje de Mortensen está aparentemente abajo, el de Mueller-Stahl está arriba. Semyon es el taimado patriarca que hace que todo gire a su voluntad y que hará cualquier cosa por lograrlo. De esos personajes que al actor alemán le van como un guante, con ese aspecto de anciano agradable, pero con unos ojos verdes tan acogedores como un glaciar. Si el demonio tuviera rostro no sería muy diferente. Y siguiendo la mitología miltoniana no hace falta decir quién es el ángel de la película, una más rubia que nunca Naomi Watts. Aunque el de Mortensen acabará siendo indudablemente el personaje protagónico, es el de la británica, menos aspirante a portadas y titulares de lo habitual, el que conduce el hilo argumental con sus pesquisas y su afán por encontrarle un hogar a la pequeña. Cabría destacar en un curioso guiño de la película la presencia de Jerzy Skolimowski, vieja gloria del cine polaco y compañero de quinta de Polanski, en realidad mucho más alabado en su momento que el director de La semilla del diablo, del que se llega a decir en la película "es de la vieja escuela". Pequeño homenaje a un director y guionista que también gustaba de analizar las tripas del ser humano.


Detrás de las cámaras, Cronenberg vuelve a demostrar su habilidad para manejar las historias como si de barro se tratara, hacer que tomen forma de tal manera que parezcan rodadas en orden cronológico y llegar a obtener un producto que sea tan suyo y, a la vez, tan diferente de otros trabajos -a destacar la apertura de la película y la enorme secuencia de los baños turcos-. Una nominación a mejor director en los Oscars sería mucho aspirar, sobre todo teniendo en cuenta que ya se quedó fuera con Una historia de violencia -todo hay que decirlo, aquel año no fue este-, pero no es descartable a día de hoy. Tampoco se queda atrás el espectacular trabajo de fotografía de su habitual Peter Suschitzky, que se diera a conocer con el Rocky Horror Picture Show y que crea una estética siniestra muy de Edward Hopper como hiciera Conrad L. Hall en aquella gran Road to Perdition. También cabe destacar el trabajo de Howard Shore con la banda sonora -otro marcado por el éxito de El Señor de los Anillos-, que evoluciona con la película y define el tono de inquietud y amenaza omnipresente en la pantalla.


Sin embargo, Eastern promises tiene dos problemas muy graves que, en numerosas ocasiones están a punto de hundir toda la película como ente cinematográfico. El primero es la insufrible voz 'en off' de la madre fallecida del bebé, 'MacGuffin' del relato, que desde el momento de su muerte debería haberse convertido en un personaje elíptico y no en uno con más líneas de diálogo-monólogo que algunos de los protagonistas “físicos”. Es muy difícil apreciar una buena historia cuando la mitad de los interludios están protagonizados por una voz llorosa de muy prefabricado acento ruso -desconozco la entonación de la comunidad rusa londinense pero, desde luego, los diálogos suenan a cartón en la versión original- y cuyo argumento cae en las obviedades maniqueas que también lastraban aquella Dirty pretty things de Stephen Frears de cuyo guión también era responsable Steven Knight. El otro es el personaje homoerótico de Vincent Cassel, al que le es imposible dejar de ser monocromático en un mundo lleno de tonos de gris. Está claro que el personaje de Mortensen necesita un contrapunto, un personaje amoral que rehúya la lucha y sólo sobreviva por estar en el escalafón social correcto, pero es tan terriblemente plano y Cassel tan obvio demostrándolo que sólo se salva porque en casi la totalidad de las escenas aparecen juntos.


No sé si será que, entre unas cosas y otras, el referente de la genial Una historia de violencia sigue demasiado cercano o porque realmente estos fallos tan impropios de Cronenberg me han pesado demasiado, pero la película me ha convencido bastante menos de lo que debería. Pese a todo, el sobresaliente trabajo de la mayor parte de los implicados convierte lo que sería un destrozo grave de una buena historia en una película más que notable que, seguro, acabará convertida en un referente cinematográfico de este año.