Mucho se ha escrito al respecto de este ente que unos consideran el último gran movimiento como tal del Cine y otros consideran una gran farsa. No les falta razón a ambos y, para ello, qué mejor que unirse a la charlatanería.
El movimiento Dogma 95 surgió oficialmente el 22 de marzo de 1995 en París. Por aquel entonces se conmemoraba el primer centenario de este Arte a 24 fotogramas por segundo y con ese motivo se celebró una reunión en la ciudad que lo vio nacer bajo el título de El Cine frente a su segundo siglo en la que se juntó lo más granado del mundo cinematográfico para hablar de su futuro en unos días inciertos. Entre ellos se encontraba un director danés de nombre Lars von Trier de larga experiencia televisiva y que había impactado mucho en los círculos cinematográficos con su trilogía de Europa (a saber, El elemento del crimen, Epidemic y Zentropa, que daría nombre a su productora). Había sido invitado para dar una charla sobre cómo veía un director europeo relativamente novel el futuro del Cine como Arte ante la invasión del cine de entretenimiento fundamentalmente americano pero, en lugar de eso, Trier lanzó unos panfletos rojos anunciando la creación del movimiento.
Pero, ¿cuáles son los orígenes reales del movimiento? Siendo estrictos habría que afirmar que si su reivindicación era el Cine como tal no habría, por tanto, un origen "real" y sería hijo de todo el Cine europeo, especialmente de la 'Nouvelle Vague' francesa y sus predecesores como Bresson o Renoir y, lógicamente, del también danés Carl Theodor Dreyer. Pero hablando a un nivel más concreto y terrenal habría que situar sus comienzos en el Danske Filminstitut, es decir, en la Escuela de Cine de Dinamarca. Allí coincidieron con Trier -básicamente un tipo educado en una comuna en el hábito de cuestionar a la autoridad- nombres como Susanne Bier, Søren Kragh-Jacobsen, Anders Thomas Jensen, Kristian Levring y, sobre todo, Thomas Vinterberg, que hicieron una apuesta común por un estilo, una temática y una forma de narrar que sería el germen del Dogma 95. Pese a todo, la carrera de estos autores no surge como un champiñón en el vacío y todo tiene su contexto. Como ya hemos comentado, Trier ya había rodado una serie de películas tan arriesgadas como la trilogía Europa, había revolucionado la televisión danesa con la miniserie 'lynchiana' The Kingdom (es la única producción televisiva que se ha llevado el premio grande del cine danés, el Bodil) y estaba en plena producción de Rompiendo las olas. Vinterberg era un reputado director de cortos ensalzado como uno de los mejores de Europa en el formato, mientras que Kragh-Jacobsen y Levring colaboraban en proyectos comunes como La sombra de Emma. Por otro lado también había viejos como Bille August o como el propio Bergman ya fuera de Dinamarca que llevaban años haciendo su particular forma de Dogma. Es por ello que es fundamental entender que el origen como tal del Dogma 95 fue, ni más ni menos, que una jugada de propaganda llevada a cabo por uno de los mayores titiriteros del panorama artístico.
Pero si Trier fue el Marx de este tinglado, la cara visible, Vinterberg fue el Engels, el ideólogo del Dogma y creador de la enorme caja de resonancia que se habría de llamar "Manifiesto Dogma 95". Basándose en aquella bomba contra el cine académico francés que fue el artículo de Truffaut llamado Una cierta tendencia del cine francés y aparecido en "Cahiers du cinéma" en 1954, Vinterberg redactó un texto en el que se describía el cine actual como un cine encorsetado por los efectos especiales, la dramaturgia y la idea de que cualquiera con dinero podía hacer una película y se definía el movimiento Dogma 95 como una "acción de rescate". Completando la parafernalia y asegurando la resonancia en el futuro de la idea se instaba a otros autores a unirse a la causa firmando una serie de normas conocidas como "El voto de castidad". Ese decálogo tan criticado como alabado por los acérrimos de los extremos era el siguiente:
- El rodaje debe llevarse a cabo en las localizaciones. No se permite el uso de estudios ni de decorados (si se necesita un material concreto para la historia, se debe elegir una localización en la que ese material se pueda encontrar).
- El sonido no debe producirse nunca de forma independiente de las imágenes o viceversa. (No se deberá usar música a no ser que ocurra donde la escena tiene lugar).
- La cámara debe ser manejada manualmente. Cualquier movimiento o inmovilización producido por la propia mano está permitido. (La película no debe tener lugar donde la cámara se haya montado; el rodaje debe tener lugar donde la película tiene lugar).
- La película debe ser en color. Cualquier iluminación especial no es aceptable. (Si hay poca luz para la exposición la escena deberá ser eliminada o se añadirá una lámpara sobre la propia cámara).
- El trabajo óptico y los filtros están prohibidos.
- La película no debe contener acción superficial. (Asesinatos, armas, etc. no deben ocurrir).
- La alienación temporal y espacial está prohibida. (Esto significa que la película tiene lugar aquí y ahora).
- Las películas de género no son aceptables.
- El formato de la película debe ser 35 mm académico.
- El director no debe aparecer acreditado.
Tras la gran acogida que recibió
Rompiendo las olas en Cannes un año más tarde donde se llevó el Gran Premio del Jurado, la cúpula del Dogma decidió hacer un asalto a los festivales como el que en el entorno del 60 realizaron los padres de la 'Nouvelle Vague'. Así se estrenaron en el Festival de Cannes de 1998
Celebración de Thomas Vinterberg y
Los idiotas de Lars von Trier con un rotundo éxito, sobre todo para la de Vinterberg que se llevó el premio del jurado. Meses más tarde llegaría a Berlín
Mifune de Soren Kragh-Jacobsen que se llevaría varios premios, entre ellos el Oso de Plata del jurado y, finalmente, en el año 2000 se estrenaría con bastante menos éxito
The king is alive de Kristian Levring, ambas ya con guión de una pieza fundamental del movimiento como es el guionista Anders Thomas Jensen. Esta oleada de estrenos consiguió la repercusión que pretendía e hizo saltar a la palestra a una galaxia de grandes actores prácticamente desconocidos hasta la fecha que comenzarían a aparecer en las películas de estos autores. Entre los chicos aparecerían Thomas Bo Larsen, Lars Brygmann, Nikolaj Lie Kaas, Mads Mikkelsen, Jesper Christensen y, sobre todo, Ulrich Thomsen al que algunos empezarían a contar entre los mejores actores europeos. Y entre las chicas llegarían Lisa Werlinder, Trine Dyrholm, Sonja Richter y el gran nombre de mujer del Dogma delante de las cámaras, Paprika Steen.
El Dogma amplió fronteras con las primeras películas ajenas a la escuela danesa rodadas una por un viejo compañero de Trier, el franco-alemán Jean-Marc Barr, que estrenó
Lovers casi a la par que
The king is alive, y la otra,
Julien Donkey-Boy, rodada por ese 'enfant terrible' del cine americano que es Harmony Korine. Pero el éxito comercial no llegaría hasta que las mujeres Dogma se pusieron detrás de la cámara. La bomba fue
Italiano para principiantes, de Lone Scherfig, que en el año 2001 no sólo arrasó por todos los festivales que pasó sino que, gracias al boca a oreja de una historia entrañable, se convirtió en un enorme éxito de audiencia tanto en la primera oleada prenavideña como en su reestreno en verano. Sin embargo, no fue hasta el estreno en el festival de Toronto de
Te quiero para siempre, del combo Susanne Bier-Anders Thomas Jensen, que se declaró adulto al Dogma gracias a una historia terrible con un tremendo protagonismo de los personajes principales. En el camino quedaron un ejército de productos mediocres por no decir nefastos incluyendo la trilogía del español Juan Pinzás, con contadas excepciones de calidad como
En tus manos de Annette K. Olesen,
Kira's reason de Ole Christian Madsen o, de manera apócrifa,
Dogville, del señor Trier, ya que en el 2002, ante la avalanzha de producciones, se disolvió el "Secretariat" de Dogma y, por tanto, la capacidad para certificar las películas.
Independientemente de lo que uno opine acerca del movimiento Dogma es innegable que cumplió su objetivo: una llamada de atención de una generación de artistas capaz de hacer grandes películas sin grandes medios técnicos, sólo con buenas historias y buenos actores. Habría que considerar al Dogma, por lo tanto, una mera excusa para poner en el mapa una serie de nombres, desconocidos hasta la fecha y muchos de los cuales ni siquiera adscritos al Dogma como Per Fly, que realmente han dado nuevos aires al Cine europeo e, incluso, han filtrado sus historias a Broadway y a Hollywood que se propone adaptar
Te quiero para siempre de la mano de Zach Braff.
Qué gran invento el Dogma que nos sigue recordando aún después de su oficial defunción que contar la verdad con los medios más simples sigue valiendo la pena.