lunes, 30 de julio de 2007

Ha muerto Ingmar Bergman



Hoy, poco después de cumplir los 89 años de edad, ha fallecido uno de los directores clave del Cine del siglo XX, Ingmar Bergman. Tras una larga vida con 5 matrimonios y varios hijos a la espalda, Bergman, en su pequeña isla de Fårö, ha decidido acompañar finalmente a la Muerte con la que siempre mantuvo una relación de admiración y respeto.


Bergman nació en la universitaria ciudad de Uppsala, hijo de un estricto pastor luterano de origen danés y, aunque siempre afirmó haber perdido la fe a la edad de 8 años, las constantes charlas sobre religión en las que participó durante su infancia marcarían de forma determinante su forma de ver la vida y, por tanto, las historias de sus películas. Comenzó a interesarse por el Cine ya a comienzos de los años 30 pero el servicio militar le alejó de sus inquietudes. Una vez cumplidas sus obligaciones con la patria, entró en la universidad de Estocolmo donde estudió la carrera de Bellas Artes que no concluyó, pero que sí le servió para recuperar su interés por el teatro -de joven él y su hermana tenían un teatro de marionetas como "recuerda" en Fanny y Alexander-. En 1941 escribió su primera obra de teatro llamada La muerte de Kasper que le valió la atención de la que sería su gran valedora, la productora nacional Svensk Filmindustri (SF). Como poco se puede decir ya de su Cine, hagamos un repaso de su filmografía.


En el 44 escribió su primer guión, Tortura, en colaboración con otro apasionado del teatro y digno predecesor, su mentor Alf Sjöberg, y ya en el 46 dirigiría su primer largo, Crisis. Tras dirigir una serie de películas basadas en obras de teatro ajenas en las que comenzaría a indagar en los que serían sus temas -las relaciones de parejas, las dificultades de la comunicación y, sobre todo, los demonios interiores de cada uno- su primer éxito importante le llegaría en 1951 con Juegos de verano, pero el primer reconocimiento internacional no le llegaría hasta 1953 con el rodaje de Un verano con Mónica. Polémica en su planteamiento, es considerada por muchos como la primera película del ámbito comercial en la que aparecía un desnudo integral y en la que un personaje miraba directamente a cámara. En aquel proyecto comenzaría Bergman a formar su pequeña "compañía" con la que sería una de sus habituales, Harriet Andersson y ese mismo año conocería a un personaje fundamental en su carrera, el director de fotografía Sven Nykvist.


Los premios comenzarían a llegar en 1955 con Sonrisas de una noche de verano, melodrama de obvia estructura teatral en la que, además de la propia Harriet Andersson, ya hacían su aparición Gunnar Björnstrand y la que sería una de las grandes "chicas Bergman", Bibi Andersson. Esta película le valió comenzar su carrera triunfal entre los críticos y hasta el festival de Cannes creó un premio 'ad hoc' con el curioso nombre de "mejor humor poético".


Dos años más tarde dirigiría dos piezas fundamentales en su filmografía y en toda la historia del Cine: 1957 es el año en el que ven la luz El séptimo sello y Fresas salvajes. El séptimo sello comienza con uno de los planos más míticos que ha dado el Cine y cuenta la historia del retorno de un cruzado a su país y su enfrentamiento en una partida de ajedrez con la Muerte por defender su vida. Mientras, Fresas salvajes cuenta con ser una de las grandes revolucionarias de las técnicas narrativas: no sólo su arranque, plagiado hasta la saciedad, es digno de las grandes novelas decimonónicas sino que introduce el uso del 'flashback' como continuo indistinguible de la historia principal. La mejor película jamás rodada sobre la vejez, la nostalgia y el paso del tiempo la dirigió un sueco que no llegaba a los 40. Entre ambas, con la inclusión de Ingrid Thulin y Max von Sydow (a la sazón, casi un debutante), reuniría ya sí casi por completo a todos sus habituales con buena parte de los cuales rodaría más de 10 películas y en Fresas salvajes le daría al mítico director y actor Victor Sjöström la oportunidad de despedirse a lo grande del Cine, ya que moriría poco después. Además, Fresas salvajes supondría su primer acercamiento a los Oscars de Hollywood con su primera nominación al mejor guión, sin contar el Oso de Oro en Berlín y el Globo de Oro que sí se llevaría.




Tras rodar dos grandes películas de época en las que vuelve a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, El rostro y la maravillosa El manantial de la doncella, primero de sus Oscars, en los 60 se enfrasca en las películas que pasarían a la historia como "la Trilogía": Como en un espejo (también oscarizada), Los comulgantes y El silencio. Las tres, de contenido fuertemente religioso, retratan las preocupaciones existenciales de personajes aislados que en su desesperación intentan refugiarse en personales visiones de la figura de Dios. En ellas, el desarrollo estético de Bergman alcanza su máxima expresión.






En 1966 dirigirá la que, con permiso de El séptimo sello y Fresas salvajes, puede considerarse el punto culminante de su carrera y el comienzo de su tormentosa relación con Liv Ullmann que ambos analizarían hasta rayar en lo enfermizo en la enorme Infiel. En Persona y a partir de una anécdota sencillísima -una actriz ingresa en una clínica tras quedarse repentinamente muda durante una representación teatral-, Bergman le da varias vueltas de tuerca a sus bases estéticas y filosóficas, desmenuzando el concepto no sólo de las relaciones humanas sino del propio discernimiento entre realidad y ficción.


Tras el clímax alcanzado con Persona, Bergman se refugia en su isla de Fårö y, precisamente, rueda una nueva trilogía con la isla como protagonista y metáfora del ansiado refugio: La hora del lobo, La vergüenza y Pasión. De esa forma se planta en los 70 y aparece el color en sus imágenes. La primera, el drama familiar Gritos y susurros que le valdría el primer Oscar a la fotografía de Nykvist, se convertiría en la película de cabecera de un por entonces casi novel director judío llamado Woody Allen que le dedicaría su propio homenaje en la notable Interiores. A esta le seguiría la macroproducción televisiva Secretos de un matrimonio que posteriormente se estrenaría en cines y continuaría con el psicoanálisis de las relaciones familiares en Cara a cara y en Sonata de otoño, sólo interrumpido por su iconoclasta adaptación de La flauta mágica. En casi todas las películas de este periodo destaca la presencia de su amigo Erland Josephson que ya le acompañara en sus comienzos.




Bergman anunciaría su despedida del mundo del Cine el año 82 tras rodar para cine y televisión la genial Fanny y Alexander. En ella hace un resumen de todas sus inquietudes, muy influenciadas por su propia biografía: las relaciones personales, la infancia, el peso de la religión, el mundo del teatro, el paso del tiempo... Ya fuera por su calidad indiscutible o por ser el testimonio vital de una figura clave como Bergman, el hecho es que Fanny y Alexander se convirtió en un bombazo y ganó 4 Oscars de los 6 a los que aspiraba, quedándose en el tintero sólo los de dirección y guión.


Pese al anuncio, Bergman siguió realizando producciones para la televisión y el teatro y no dejó de participar en el mundo del Cine gracias a varios sobresalientes guiones como el que ayudara a ganar a Bille August la Palma de Oro en Cannes dirigiendo Las mejores intenciones o como el ya mencionado de Infiel para Liv Ullmann. De hecho, su última producción televisiva, Sarabanda, continuación apócrifa de aquella Secretos de un matrimonio, llegó a lanzarse a las salas. Una película que le sirvió para reunirse con sus dos amigos más fieles, Erland Josephson y Liv Ullmann y con ellos despedirse del trabajo activo.


Esperemos que esto sirva para que seamos nosotros los que nos volvamos a reunir con su obra y juguemos al ajedrez con la Muerte o sigamos saboreando aquellas fresas más salvajes que silvestres.

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