lunes, 11 de febrero de 2008

En cartelera: 4 meses, 3 semanas y 2 días



Y la tercera en tres días es otra de las películas del año, la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días.


La historia, tan terrible como suena, es la de dos compañeras de universidad que en la dictadura de Ceauşescu tratan por todos los medios de que una de ellas pueda abortar (desde el 66 los anticonceptivos estaban prohibidos y el aborto estaba gravemente penado). La gran virtud de la película está en que no entra a establecer juicios de valor y, en ese sentido, es casi más un 'thriller' angustioso que sigue las andanzas de estas chicas por los bajos fondos que una película de tesis. Como Michael Haneke en Caché o Kieslowski en sus películas de los 80, Mungiu analiza los actos de sus personajes a base de enormes elipsis y primeros planos fijos de 5 y 10 minutos. No entra a discutir si la chica embarazada hace bien en abortar, la amiga en ayudarla o el tipo que lo realiza en aprovecharse de ellas a cambio. Sencillamente las circunstancias son así y el director las muestra sin ningún tipo de reparo. Ni siquiera se cita en ningún momento a Ceauşescu o el comunismo. No es su intención hacer un retrato del poder sobre las vidas ajenas como en La vida de los otros. Las dificultades perfectamente asumidas a la hora de conseguir una habitación de hotel o un simple desodorante ya hablan por sí mismas de la situación. Si En el Valle de Elah mostraba la deshumanización que causaba la guerra sin mostrarla, 4 meses, 3 semanas y 2 días es un retrato sin concesiones de la destrucción moral sin que haga falta en ningún momento cuestionar el régimen. La imagen de un feto en una toalla del baño de un hotel es bastante explícita al respecto.


El cine rumano ha pasado en los últimos tiempos de ser mano de obra barata para grandes superproducciones a ser una industria todavía pequeña pero con proyección. Después de la exitosa La muerte del señor Lazarescu, 4 meses, 3 semanas y 2 días ha dado el gran salto arrasando con todos los premios por los que ha pasado, desde la Palma de Oro en Cannes a los premios del Cine europeo, pasando por su recorrido americano que se ha visto injustamente frenado de camino a los Oscars. Gran parte de este éxito no sólo es consecuencia de este renacer del cine psicológico oriental sino de sus intérpretes, en especial de Anamaria Marinca. Marinca es la amiga decidida, la superviviente integrada en los engranajes de la clandestinidad para poder seguir con su vida que, como un sabueso, busca la salida a todos los pasadizos oscuros por los que les tocará pasar. Es la que hace lo que la situación pide sin cuestionarse demasiado con prejuicios y que en un terrible plano final no puede más que mirar al espectador para decirle "sí, aquí estoy". Un personaje que tiene que cargar con un pasado humilde y que todo el mundo sabe que estudia ciencias técnicas para que el régimen no la devuelva al campo. Que carga con la charla superficial de la familia de su novio porque sabe que es su deber, aunque sabe también que ha dejado a su amiga sola en una miserable habitación de hotel. La ambigüedad moral no por convicción sino por obligación asumida. Seguramente dos años más tarde podríamos asumir que formaría parte de las manifestaciones para derrocar el régimen pero, mientras, lo que toca es sobrevivir y ella lo hace.


Decir más de una película que se autoimpone tanto silencio sería serle infiel. Así que sólo queda la recomendación para todo aquel que se atreva a acercarse a una visión diferente del mundo y de la narrativa clásica. Una visión que respeta a sus protagonistas con todos sus lastres y que ni siquiera deja en manos del espectador la posibilidad de un juicio. No es una historia sobre el aborto, es una historia sobre personas y su forma de afrontar las circunstancias. ¿Podrá el espectador afrontarla? Prueben.

2 comentarios:

Champy dijo...

que dificil....

yo no estoy seguro.

Raquel dijo...

Yo me atreví a verla y salí bastante descompuesta. No es una película de repetir, y sin embargo, es bastante notable.

Salud.