domingo, 24 de febrero de 2008

En cartelera: No country for old men



Como esta noche es la noche aproveché ayer para ir a ver la más que potencial gran ganadora de la ceremonia, No country for old men, de los hermanos Coen.


El argumento es un clásico de la literatura de McCarthy. Un veterano de Vietnam que pasa el tiempo cazando descubre un grupo de camionetas abandonadas rodeadas de cadáveres: un negocio de drogas que salió evidentemente mal. La forma en la que reacciona o, mejor dicho, en la que no reacciona ante la escena definirá el destino de la película. A la búsqueda del last-man-standing de la carnicería, Llewellyn Moss (Josh Brolin), que así se llama el protagonista, se encuentra con un maletín lleno de dinero. Desde ese momento empezará una cacería digna del 'far West' con multitud de partes implicadas. Por un lado está el 'sheriff' Bell (Tommy Lee Jones), un policía veterano que lo ha visto casi todo en la vida y que persigue a Moss para intentar salvarle del lío en que se va a meter. Tenemos también a Anton Chigurh (Javier Bardem), una máquina de matar de motivaciones desconocidas que pareciera únicamente creada para este "servicio" que se autoimpone, y que saldrá detrás de Moss, básicamente porque es su obligación. Y, por último, tenemos a Carson Wells (Woody Harrelson), el encargado de perseguir a la bestia descontrolada.


La película al igual que el libro sólo se podría describir como un relato existencial que, como si de una tragedia griega se tratara, analiza cómo el destino y su búsqueda influye en las vidas de los pobres mortales que aquí moran. En ese sentido es una novedad en la filmografía de los hermanos Coen. Es cierto que en sus primeras películas, e incluso en algunas más recientes como El hombre que nunca estuvo allí, se habían cuestionado cómo los pequeños actos tienen grandes consecuencias y cómo de irónica es a veces la vida, pero nunca habían llegado al descarnamiento que tiene esta película en la que apenas si hay banda sonora. Curiosamente tiene un gran número de paralelismos con la que es una de sus obras mayores, Fargo: el dinero como origen de todo -aunque las motivaciones del personaje de Brolin sean bastante más dignas que las del de Macy-, el asesino profesional que no cuestiona su obligación, el 'sheriff' que no acaba de entender el absurdo que puede llevar a una situación así y, cómo no, el humor negro. No vamos a decir ahora que No country for old men es una película divertida, ni siquiera tiene el gamberrismo tan de los Coen que tenía Fargo, pero sí que tiene ese humor ácido del absurdo Coen, de conversaciones de bar y de chistecillos en las situaciones menos apropiadas. Son los pocos asideros que deja una película que podría seguir para siempre como si de un cuento de la tradición oral se tratara. Y todo esto contado bajo las luces y las sombras que crea el genio Roger Deakins desde detrás de la cámara. Sin duda uno de los relatos más rotundos del cine reciente.


Comentario aparte hay que dedicarle a Javier Bardem. Lo de que en los Oscars conste como actor de reparto es una ironía porque si hay un personaje que defina el tono y que haga progresar la película ese es Anton Chigurh con su crueldad injustificada, jugándose la vida de sus víctimas a cara o cruz. Bardem logra crear uno de los personajes más memorables que nos ha dado la pantalla en los últimos años. Es un personaje de origen tan desconocido como su nombre y de futuro totalmente incierto salvo porque, a no ser que alguien acabe con él, es evidente que seguirá matando. Se mueve por la historia con la parsimonia de un cirujano y de la misma manera meticulosa actúa. Es un carnicero y con la misma falta de piedad que un matarife liquida una vaca, él mata a la gente. Un favor impagable que los Coen le han hecho a Bardem.


Pero no nos vamos a quedar sólo con Bardem. Tommy Lee Jones está enorme en un personaje que mezcla la cotidianidad de aquella detective embarazada de Fargo con el porte de los personajes clásicos de un Gary Cooper de los que se declara heredero -"no puedes evitar compararte con los viejos tiempos" declara en un momento. También Brolin, que se mueve por la película con la misma falta de consciencia que Bardem, está estupendo en un personaje que se sacrifica por intentar darle a su mujer una vida mejor que la del parque de caravanas en el que viven. Y, aunque su aparición es poco menos que incidental, siempre hay que destacar a Kelly Macdonald, una de esas pequeñas grandes actrices que llenan la pantalla.


Yo me sigo quedando con Juno y La escafandra y la mariposa como favoritas de lo que va de temporada, pero es indudable que los Coen han hecho un trabajo enorme que, como decía Scott Foundas en el "Village Voice" debería ser objeto de estudio en lo que a la narración se refiere. Esta noche veremos si la Academia piensa lo mismo.

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